Sabíamos que alguna vez debíamos de perder una final, incluso nos preguntábamos qué se sentiría. Pues ya lo sé. Hoy me siento más orgulloso de mi equipo que en las anteriores finales ganadas.
Y me siento orgulloso porque no me importa para nada el resultado, que hubiera preferido ganar, obvio, pero me siento orgulloso por haber visto a mis jugadores partirse la cara para intentar brindarle un triunfo a Antonio Puerta después de llevar 4 días sin dormir, sin descansar, sin entrenar y sin ganas de nada.
No creo que podamos ni que nadie lo haga, reprocharles nada a este grupo de personas, porque antes de jugadores son personas. Demasiado han hecho con ser capaces de pasar por encima de todo un Milán durante casi una hora. Como dice Juande, si en vez de ser el Milán llega a ser otro...
Pero bueno, seguro que Antonio está más que orgulloso de lo que sus compañeros han hecho sobre el césped del Luis II de Mónaco. No era nada fácil salir ahí y no solo lo han hecho sino que han sido superiores al Campeón de Europa mientras las piernas y la cabeza han aguantado, pero no era fácil, más bien, no era posible aguantar eso 90 minutos.
Hoy debemos sentirnos orgullosos de ser sevillistas y presumir de ello, porque estos jugadores se lo han merecido. Grande Sevilla.
Pero tampoco puedo olvidarme de el Milán, ni de sus jugadores, ni de sus dirigentes y mucho menos de su afición. De 10 no, de 11 el comportamiento de todos ellos. Sin duda, hoy hemos perdido una final pero creo que hemos ganado muchos amigos porque no creo que ni ellos ni nosotros olvidemos en mucho tiempo lo vivido en Mónaco.
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